jueves, 2 de agosto de 2007

8- TRANSFORMANDO LA MENTE Y LA VIDA

UNA REFLEXIÓN PERTINENTE

Haciendo un alto en nuestro desarrollo del tema, cabe señalar que los ejercicios de Meditación practicados asiduamente, con cierto orden, disciplina y por supuesto con agrado, irán poco a poco produciendo cambios en nuestra conducta mental, emocional, física y social. El solo hecho de querer practicar la meditación induce a un cambio de actitud ante la vida. La relajación al ir aflojando nuestras tensiones nos permitirá estar en un mejor estado de adaptabilidad ante diferentes situaciones. Entrando en la meditación, poco a poco iremos destronando al ego y a su servidor, el intelecto, que con sus estructuras rígidas tiende a ir creando obstáculos, encierros y hasta callejones sin salida. La personalidad en la situación señalada, en vez de servir para su fin específico, consistente en servir para la comunicación con las personas, se vuelve saboteadora y las buenas relaciones humanas. Con la meditación todo vuelve a su cauce natural. El hombre por naturaleza es un ser sociable.
Se supone que la meditación debe contribuir a una integración de la vida. De lo contrario, sería como una esquizofrenia, meditamos por un lado y la vida ordinaria sigue por otro camino. Algo así como esas personas que cumplen al pie de la letra con su religión solo los días domingos. Durante la semana se desenvuelven en una dirección contraria.
Aquí estamos ante algo sutil e importante. El estado de meditación y sus beneficios, poco a poco se irán introduciendo en la vida cotidiana. Parte de esto sucederá en forma espontánea dado que el inconsciente, que estará sobre aviso, va a colaborar en esta tarea, pero no obstante, nosotros podemos contribuir también con nuestra parte consciente.
Si en la meditación hemos aprendido a no identificarnos con los impulsos y pensamientos, es decir, pudiendo observarlos desapegadamente, se supone que ya estamos en condiciones de hacer lo mismo en distintas situaciones cotidianas.
Podemos tener alguna pequeña herramienta como ayuda para hacer este trabajo en medio de la vida, o como dicen los orientales “en el mercado”. Bastaría con tener una palabra como recordatorio: “rescatarse”. En una situación dada, al comprobar que nos estamos perdiendo y hasta confundiendo con la misma, al recordar la palabra, la mente por si sola tratará de centrarse en un acto que involucra por un lado, salir de la impulsividad, la mecanicidad y por el otro significará una toma de consciencia. Esta puede trastocar la situación y encauzarla por una vía más positiva.
La otra palabra, que puede ser de gran ayuda, es “juntarse”. Con un poco de práctica aparecerá sola como una advertencia en el escenario de la mente, cuando estemos perdiendo el manejo de la misma. Es muy fácil caer en la simple asociación de ideas. Estas se mueven mecánicamente y nos pueden llevar a la divagación, a la dispersión, al ensueño, a una autosatisfacción vana y sin substancia. Entonces, esa palabra podría resultar mágica, como un campanazo, como un alerta, para volver a centrarse y encaminar la situación. En suma, se trata de regresar de la dispersión y la distracción al Centro Observador.
Cabe recordar aquí, que la palabra distracción deriva de “tracción” y significa “estar tirado hacia fuera”. Por lo tanto, es fácil deducir que “juntarse” es tirarse uno mismo hacia dentro. Pero cuidado, no estamos ya en el terreno ordinario de la vida, sino empezando a caminar en el nivel del “hombre consciente”. Regresar hacia dentro no sería hacerlo en dirección a un yo ordinario, o al ego que se formó con influencias exteriores, sino a un estadio que se encuentra por encima de ese nivel.

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