viernes, 22 de junio de 2007

2- MEJOR NO INTERVENIR

UNA TÉCNICA DE MEDITACIÓN PARA COMENZAR

Elegir un lugar aislado bien oxigenado, de ser posible, sin ruidos, ni otros elementos de distracción. Es aceptable un fondo de música suave y armoniosa de tipo melódico y no de percusión.
No es necesario, al comienzo, hacer ninguna postura de Yoga, lo mejor es sentarse cómodamente. Las piernas deben caer naturales, los pies cerca uno del otro, las manos sobre los muslos con la palma hacia abajo o la postura budista de la palma hacia arriba formando un anillo con los dedos índice y pulgar de cada mano.
Es fundamental que la columna vertebral esté vertical. Conviene al comienzo balancearse en cruz o en redondo hasta encontrar el punto justo, con la cadera bien hacia atrás.
También es importante aflojar el cuello y los hombros para lo cual hay que hacer girar la cabeza en redondo y en cruz. Los hombros deben subir, bajar o girar a fin de que toda la zona cervical quede algo o totalmente relajada.
Si en ese momento se toma conciencia de que se está muy tenso, con ansiedad, angustia, o un estado residual de enojo o gran preocupación, convendrá entonces ponerse de pie, mover adelante y atrás la cadera para balancear la espalda. Es conveniente quedar, después de este movimiento, un rato con la cadera hacia adelante, la espalda y la cabeza hacia atrás además de las rodillas algo dobladas.
Acto seguido, se vuelve a la simple posición vertical y levantando lentamente los brazos hacia arriba, se carga aire hinchando el abdomen hasta que los pulmones queden bien cargados. Ahí, se detiene un instante la respiración y luego, como queriendo expulsar una carga negativa, de golpe se larga el aire bajando todo el torso de modo que las manos se acerquen lo más posible al suelo. Sin apresuramiento este ejercicio puede repetirse cuantas veces sea necesario hasta sentirse más aliviado y distendido.
A continuación, se vuelve a la posición inicial de sentado. Se cierra los ojos y se pone la atención en el ritmo de la respiración. Puede que después de un momento se sientan deseos de suspirar o bostezar, no hay que reprimirlos. Al contrario, si se siente el pecho algo oprimido, hay que ayudar voluntariamente para que se produzca uno o varios suspiros o bostezos.
Luego, se vuelve a observar el ritmo de la respiración, el que indefectiblemente se irá aquietando.
Podría pasar que el practicante se encuentre muy tenso, agitado y como dicen los orientales “con muchos papagayos y monos en la mente”. El sentido común indica que habrá que dedicar más tiempo a los ejercicios preparatorios, ya sean los físicos propiamente dichos o los de respiración. Cabe aclarar que para un principiante, el dedicar un largo tiempo a observar la respiración puede ser de por sí todo un ejercicio.
Simultáneamente o un momento después de lo antedicho, debajo de los parpados cerrados, se inclinan un poco los ojos hacia arriba, sin que halla esfuerzo o tensión.
Es de fundamental importancia el mantener hasta el final los ojos cerrados. Hay que tener en cuenta que la luz activa una gran cantidad de neuronas que están debajo de la coronilla en el cerebro y que para avanzar hacia el estado de meditación éstas debieran aquietarse.
Puede suceder que desde el comienzo, a pesar de querer concentrase en la respiración, luego en los ojos, aparezcan imágenes y palabras en la mente, casi siempre como residuos de las preocupaciones cotidianas. Hay que tener la actitud, que con el tiempo se domina, de no intervenir. Solamente contemplar lo que sucede como si fuese una película, sin intentar modificar nada. Los pensamientos pueden ser inquietantes, atractivos, aburridos, absurdos, etc. No importa, no hay que alimentarlos ni agitarlos. Hay que dejar que la mente por sí misma los disuelva y haga disminuir la frecuencia de los mismos. Habrá días en que la mente será una verdadera “jaula de monos saltando y loros parloteando”. Tal vez, el proceso de aquietamiento lleve más tiempo, pero de todos modos, el tiempo no habrá que medirlo pues también contribuye a crear un estado de tensión.
Si hay deberes cotidianos que nos obliguen a ubicar la meditación dentro de un tiempo determinado bastará con que al comienzo se concientice muy claramente está situación. La mente inconsciente quedará vigilando sin nuestra intervención y cuando llegue el momento hará que se abran los ojos en el tiempo justo, como el que se duerme en un tren y se despierta en el momento que debe descender.
Sintetizando, este ejercicio elemental no es más que eso: observar la mente sin intervenir y puede durar el tiempo que uno quiera.

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